Amor por tu mascota

Darle entrada a un animal en nuestra vida significa abrir nuestro corazón al amor puro.

Gracias a las exigencias diarias que tenemos (laboralesy personales) así como el enfrentarnos a la toma de decisiones desde las cuestiones más simples hasta las más complejas, perdemos enfoque de nuestro alrededor e irónicamente descuidamos el órgano más importante para estar vivos: el corazón.

Hoy, más que pensar en escribir sobre nuestra sociedad y demás situaciones relacionadas con ella, me enfoco en la pérdida que tuvo una gran amiga y la interpretación que busco darle. Cuando comencé a escribir cuestionaba frases como “es sólo un perro”, “no pasa nada, consigues otro”, “es sólo un animal” y demás que escuchamos a lo largo de nuestras vidas que denotan la falta de sensibilidad que manifestamos a diario. Somos seres reprimidos, encarrilados en un sistema social de conducta, en una civilización que impulsa el orden y estructura rígidos más que la libertad de ser y amar. Los más afortunados tenemos la dicha de abrir nuestro corazón y dejar fluir sentimientos y emociones que nos enriquecen a diario, sean de alegría o tristeza…

Por lo normal, abrir nuestro corazón va ligado al ser que nos ayudó en ello. Para muchos, ese ser es un perro o gato. Logramos hacer una conexión que va más allá de su raza, color, tamaño, edad y nuestro status social, económico, apariencia, gustos, etc. Es puro corazón al darnos cuenta de la gran lección de amor sincero que recibimos de ellos.

La reflexión está en ello: colecciona momentos, más allá de simplemente objetos. Un animal te hará darte cuenta de lo valioso que es cada uno de ellos. En lo personal entender la frase me hizo preguntarme ¿si el corazón es grande, por qué su vida es corta? Para finalmente llegar a la conclusión de que ellos son maestros que están aquí para enseñarnos a ser sensibles y a amar; para ellos cada momento es único y lo viven como tal. Sin más ni menos años. Cada uno vale oro y marca muchas vidas.